Ésta es no es sólo la historia de una pintura sino también la cruda realidad de las mujeres en el siglo XIX. El título lo dice todo, “Sin fama ni amistades”, la pintora Emily Mary Osborn la realizó en 1857 en plena época victoriana.
La escena narra el momento que una joven pintora trata de vender una de sus obras a un marchante, ella es viuda, va acompañada de su hijo. Es evidente que no es el primer lugar que visita, su paraguas mojado y la cara de cansancio así lo demuestran. Todos la observan con extrañeza, incluso con cierta hostilidad, el propietario de la tienda queda pensativo, duda de la valía de esa obra pintada por una mujer (esto era una constante en la vida de las mujeres artistas). Ella necesita vender sus pinturas, debe alimentar a su familia y nadie la va a ayudar, seguramente el marchante le comprará la obra pero nunca pagará lo que ésta vale por ese motivo muchas de estas artistas no firmaban sus obras o lo hacían con pseudónimo, cuando ponían su propio nombre era frecuente que más tarde ese marchante lo borrara para así poder vender dicha obra por un precio mayor haciéndola pasar por la de un hombre.
Este tipo de escenas intimistas que tenían a la mujer como protagonista eran habituales en el trabajo de Emily Mary Osborn que siempre estuvo muy vinculada a los movimientos por la defensa de los derechos de la mujer y utilizó su arte como arma de denuncia.
Eva Hernández. Two Art Gallery